jueves, 13 de septiembre de 2012

El Buscador de Estrellas


Una mañana de verano Pi se despertó y le costó una infinidad levantarse de la cama. Las sábanas se le pegaban como queso fundido, y parecía que pesaban toneladas. Además, cuando se miró las manos, le pareció que tenían un color mucho más deslucido que de costumbre.





Como estaba un poco asustado, decidió preguntarle a su abuela, que era muy sabia, a ver si sabía qué le pasaba. 
-'Te estás volviendo gris, pequeño'- Le respondió- 'En la Ciudad la gente se vuelve gris porque no puede ver las estrellas'. Y le enseñó una gran fotografía de un cielo lleno de puntitos brillantes. A Pi le pareció la imagen más bonita que había visto nunca jamás. En la escuela le habían hablado de ellas, pero nunca había visto una.
-'Abuela, ¿y dónde puedo ver las estrellas?
-Aquí no, desde luego. El cielo está tan sucio que es imposible verlas. Si quieres encontrar estrellas, tendrás que buscarlas lejos del asfalto y el cemento de la Ciudad.




Dicho y hecho. Esa misma mañana, metió unos cuantos pertrechos de supervivencia (unas galletas, un poco de zumo y su videoconsola portátil- ¡nunca salía de casa sin ella!) en la mochila de la escuela y se marchó. 


Caminó muchísimo, puede que varias horas, hasta que las punzadas del hambre no le dejaron dar un paso más. Sentado en un banco devoró casi toda la comida que llevaba y se echó una buena siesta usando la mochila como almohada.




Un perro pequeñajo le despertó llenándole la cara de babas con sus lametones. Cuando abrió bien los ojos se llevo una desagradable sorpresa; ¡su mochila había desaparecido! No podía creer que se la hubieran quitado sin despertarle. Se sintió un poco triste por haber perdido su videoconsola, pero enseguida se le pasó.


-Estoy buscando las estrellas, ¿tú sabes dónde están? le preguntó al perrito. Éste lo miró con cara de no entender demasiado y de repente echó a correr. Pi lo siguió emocionado, aguijoneado por la curiosidad.




El perrito dobló una esquina y se metió debajo de un cobertizo de cartón. Pi se asomó también y vio que el dueño del perrito era un señor viejo y barrigón con la nariz muy colorada. 

-¿Porqué vives en una casa de cartón?-le preguntó Pi.

JAJAJAJA -El señor barrigón se rió estruendosamente- Pues porque la casa que tiene uno depende de su suerte. Y como yo tengo muy mala suerte, vivo en una casa de cartón. ¿Y tú que haces ahí parado en la entrada de mi casa?

-Estoy buscando las estrellas -dijo Pi- pero no sé muy bien hacia dónde ir.

Continuará....o no



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